«el Mozo» o «el Joven» (? 1564 - Zaragoza, 1591). Justicia mayor de Aragón. Poco antes de morir su padre, Juan de Lanuza IV , ya el rey Felipe I (II de Castilla) había confirmado -como venía haciendo desde hacía siglo y medio, en la misma familia- a su hijo como Justicia de Aragón , esto es, como supremo declarador y salvaguardia de los Fueros . Era, pues, Juan de Lanuza V, y hacía el XXXIV en dicho importante cargo jurídico. Tenía a la sazón veintisiete años y era por ello bastante inexperto para hacer frente a las responsabilidades que comportaban especialmente aquellas turbulentas jornadas zaragozanas.
Su historia es tan breve como desgraciada. Se hace cargo de sus funciones el 22-IX-1591 y perece ejecutado tres meses más tarde, el 20 de diciembre del mismo año. A los dos días de su promoción como Justicia Mayor -esto es, el 24-IX-1591- vuelve a reproducirse el grave tumulto zaragozano que había estallado, por vez primera, el 24 de mayo originado por la resistencia popular y «fuerista» nobiliaria a que el famoso ex secretario del monarca, Antonio Pérez , acusado del asesinato de Escobedo (secretario a su vez de don Juan de Austria), fuese devuelto otra vez a la cárcel de la «Manifestación », de la que había sido arrebatado el citado 24 de mayo para ser trasladado, por orden real, a la de la Inquisición , sita en la Aljafería zaragozana. Aquel primer motín cesaraugustano -fuerista, popular, nobiliario- no sólo había «liberado» a Antonio Pérez de la prisión inquisitorial, sino que había producido importantes heridas al representante del rey, don Íñigo de Mendoza marqués de Almenara (valiente, pero altivo de carácter, y de gran presunción), quien fallecería a causa de las mismas en la Cárcel Real de Zaragoza, doce días después, el 7-XI-1591.
La enorme tensión producida en la capital del reino de Aragón por las actitudes encontradas de los funcionarios reales y adictos a la autoridad del monarca Felipe, y la de los indicados «fueristas» y «perecistas», se había visto encrespada en los días que mediaron entre los dos «veinticuatro» -de mayo y de septiembre- tanto por la furia victoriosa de los segundos como por el lógico afán de restablecer la autoridad inquisitorial y real de los primeros. Felipe I, así por indicación de la Junta de consejeros que le asesoraba sobre estos graves sucesos, como por voluntad propia de consideración a su dignidad soberana, había dispuesto la concentración de tropas en Ágreda en la línea fronteriza entre Aragón y Castilla al mando del notable general don Alonso de Vargas, dispuestas en caso necesario a ocupar Zaragoza. El referido segundo tumulto zaragozano, del 24-IX-1591 -ya con Juan de Lanuza V como Justicia- significó tanto la liberación de Antonio Pérez cuanto la humillación y bochorno de las ineptas y pusilánimes autoridades aragonesas. Por ello el 8 de noviembre las citadas tropas de Felipe I cruzaron la frontera y el 12 del mismo ocupaban Zaragoza, sin encontrar resistencia.
Lanuza «el Joven» o «el Mozo» se vio casi inconscientemente colocado al frente de la resistencia aragonesa de los «caballeros de la libertad» y como caudillo del ejército «fuerista», y pretendió detener la invasión de las tropas reales -cuya acción declaró «contrafuero»- y levantar en el intento tanto a los aragoneses cuanto a los posibles auxilios que para tal fin había solicitado de Valencia y de Cataluña, como partes integrantes de la Corona de Aragón. Fracasó en tal propósito, así como también, estrepitosamente, en organizar un «ejército foral» cuyas escuálidas y desorganizadas huestes hubo de abandonar en Utebo en compañía del diputado -y su inspirador personal- don Juan de Luna.
Refugiados en Épila -villa bajo el dominio de Luis Ximénez de Urrea, conde de Aranda el más sobresaliente cabecilla de la rebeldía aragonesa antifilipina-, tras dirigir ambos un «manifiesto» de justificación de la rebeldía, regresó Lanuza de nuevo a Zaragoza creyendo que la victoria de Felipe I había pacificado el ambiente y que él, a pesar de su imprudente actitud, se hallaba libre de todo cargo; pero el deseo de castigo a los rebeldes y de lograr pleno restablecimiento de la autoridad aconsejó a los asesores de Felipe I, y éste aceptó tales sugerencias, de realizar castigos ejemplares como escarmientos por la rebeldía pasada, que, entre otros efectos, había originado la huida de Zaragoza de Antonio Pérez el 10 de noviembre, quien pasó a Francia trece días después.
Y en su virtud, detenido Juan de Lanuza «el Mozo», fue ejecutado sin proceso previo (según la propuesta que hizo al rey la Junta nombrada para el castigo). Lanuza exclamó ante el cadalso, al oír que el pregón de la sentencia lo calificaba de traidor: «Traidor no, mal aconsejado sí». La sentencia se ejecutó en la plaza del Mercado de Zaragoza el 20-XII-1591, y su muerte fue llorada por todos los aragoneses. Su cadáver fue enterrado en el monasterio de San Francisco y llevado a la tumba con plenos honores a la dignidad de su cargo.
También fueron presos y trasladados a Castilla, donde murieron, los jefes de la nobleza «fuerista», duque de Villahermosa y conde de Aranda. Al año siguiente -1592- el rey convocó las Cortes aragonesas en Tarazona en las cuales, si bien no se suprimieron los Fueros -como se ha dicho, con evidente error-, sí que se adaptaron al respeto a la autoridad real. El cargo de Justicia Mayor de Aragón continuó existiendo, pero se prefirió otorgarlo desde entonces a personas destacadas por su experiencia o preparación jurídica.A juicio de Fernando García Vicente, los acontecimientos conocidos como 'las alteraciones' que terminaron con la decapitación de Juan de Lanuza en 1591, simbolizan el enfrentamiento entre una forma de concebir la política marcada por el respeto a los derechos, las libertades, y las garantías (ya que la figura del Justicia ofrecía estas garantías), con otras absolutistas, porque con Felipe II comienza un periodo absolutista.
"Juan de Lanuza era un hombre joven y de alguna manera cándido", ya que intentó evitar una invasión mediante "un requerimiento notarial". Lanuza intentó a oponerse a la invasión de las tropas de Felipe II comandadas por el capitán Vargas, enviando a un notario para hablar con él, recordándole a éste que necesita el consentimiento de las Cortes de Aragón para entrar con sus tropas en territorio aragonés.
La respuesta fue la invasión de las tropas sin consentimiento de las Cortes y apresamiento del Justicia Juan de Lanuza, al que se decapitó, sin juicio previo, por mandato de Felipe II, mediante carta intimada y con la oposición del propio capitán Vargas. Señaló Fernando García Vicente que este "es el único caso de la Historia en que una persona ha tratado de evitar una guerra mediante un requerimiento notarial". Esta defensa del espíritu de las leyes y de los fueros de Aragón, han convertido a Lanuza en uno de los símbolos más requerido por diferentes colectivos aragoneses.
La medida que tomó Felipe II ayudó a mitificar la persona de Juan de Lanuza, personaje que se recupera en el siglo XIX por historiadores de la época porque, según García Vicente "las personas se pueden matar pero no las ideas". Señaló el actual Justicia, Fernando García Vicente, que ocupar este cargo "no es sencillo, porque recordarle a quien hace las leyes que tiene que cumplirlas no es fácil", pero que, por otro lado, tiene la recompensa del prestigio, ya que "sé que cuento con apoyo institucional y también con el apoyo de los aragoneses", concluyó.
El 20 de decembre feu 419 anys de la mort recordada amb homenatges, ofrenes i diversos actes a tot Aragón. He decidit incloure en aquest bloc a un personatge, que si bé no coneixem del tot l'origen conret, un nom tant Altoaragonés com Lanuza no deixa indiferent tractant-se d' un poblet que presideix l' embassament que rep el seu nom en la zona de la Bal de Tena.
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